REPORTAJE// Vivian Rodríguez, pedagogía de un
arte sutil
Alexis Blanco / alexisblancofree@gmail.com
Semana del Piano 2013 del 10 al 13 diciembre en MACZUL 7pm. Cátedra de piano Vivian Rodríguez .@Feda_LUZ @Maczul_Mcbo pic.twitter.com/nJnqxjQyYt
@elviranni @Feda_LUZ @Maczul_Mcbo Todos invitados.Un aplauso a la Prof. Vivian Rodriguez por su ardua labor en la formación de pianistas.
Están todos invitados a este grandioso evento creado y organizado por la Profesora Vivian Rodriguez donde se presentaran y mostraran avances de sus alumnos de la cátedra de piano en las instalaciones del Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL) a partir del Martes 10 hasta el Viernes 13 de Diciembre de 2013, a partir de las 7:00 pm. Entre los alumnos que se presentaran en el evento se encuentra la niña Mariangelica Urdaneta Verchere interpretando el Concierto No. I en D Minor de J.S. BACH, aqui acompañada por el maestro del piano Igor Lavrosky.
La profesora Vivian Rodriguez fue entrevistada por el diario Panorama en 2012 y este es su reportaje:
Las manos de la maestra
Vivian Margarita Rodríguez Uranga, procedente de La Habana, Cuba, contienen una
dulce energía que comparte como una noble sacerdotisa. Ella ha formado tres
generaciones de pianistas, sacrificando su propia carrera como solista, para
ofrecer a Maracaibo una alternativa de desarrollo en un área musical que tenía
pocas luces estéticas per se. Pedagogía de un arte muy sutil. Llegó el once de
septiembrede 1995, día de la Virgen de Coromoto.
En el fondo de la
entrevista, el “Sueño de amor”, de Franz Liszt, acompaña la redacción de este
trabajo. La cita será en la sala uno del Museo de Arte Contemporáneo del Zulia
(Maczul), donde ella, junto con el maestro luthier, José Rafael Medina,
interviene sendos pianos. Uno, lo trajo la Sociedad Zuliana de Conciertos. El
tiempo ensordeció el noble instrumento, que ahora sólo sirve para dictar
clases. La ley de la vida. El otro, un muy buen piano, que Medina dejará listo,
con una sonoridad de lujo.
La Sinfonía fantástica de
Héctor Berlioz acompasa los términos periodísticos de esta aproximación a la
vida de una mujer que vive, sola, frente al colegio Santo Cristo, en la
urbanización La Rotaria, en Maracaibo. Por allí llegan, casi a toda hora, sus
alumnos, quienes tienen a su disposición los cinco muy buenos pianos que la
maestra Vivian pone a disposición de todos ellos.
Un piano, nuevecito, vale
entre 120 a 150 mil dólares americanos. Desde Nueva York o Hamburgo pueden
traerse, de las marcas más importantes, sobre todo los de Steinway e hijos, los
Blüthner, o los Bechstein. Joyas perdidas.
Vivian llora cuando, por
ejemplo, encuentra un instrumento perdido, en alguna facultad de LUZ, con una
calentadora de pastelitos, encima. O cuando los mira, amontonados, en el
conservatorio de música. Mala música. Tampoco olvida aquella historia contada
por Gabriel García Márquez, donde una recua de mulas, cargando una docena de
pianos, se precipita por un desfiladero. Música fantástica, como la de Héctor
Berlioz.
Vivian hace una declaración
previa, importante para ella. Así, más tarde nos presentará un libro del
insigne compatriota suyo, el pintor Tomás Sánchez: “Me gustan mucho los
artistas plásticos, ellos eran mis compañeros en Cuba. Poseen la cualidad de la
memoria, del cuerpo de imágenes. Como una capacidad musical de integrar lo que
sucede. Acuérdate que ellos trabajan con un lienzo en blanco, no tienen nada de
dónde agarrarse. Esa facultad de construir una imagen de una situación, eso me
conmueve, pienso que es música...”.
“Ningún artista deja de ser
político” y entonces Vivian descorcha una botella insondable: “Conocí a todos
ellos, pero la inmigración a Miami generó así una Bienal casi tan importante
como la de La Habana. Eso no pintó muy bien...”.
Ella conserva esos grandes catálogos. Pero Maracaibo está lejos de esas dos ciudades, en el aspecto cultural. “Estoy en un momento muy sensible, casi de psiquiátrico. Pero no es nostalgia. Sucede que yo me llené tanto en Cuba, vine tan llena de vivencias, de cartas de imágenes, de sensaciones y percepciones provenientes de experiencias artísticas y musicales, que cuando llegué aquí sentí como el tiempo relentaba, que aquí no pasaba casi nada. Sin embargo aquí siento que luce la dulzura de mis pianos y que vivo su enseñanza. Soy una persona absolutamente inquieta e insatisfecha. Yo hago algo y siento como que me faltó siempre hacer otra cosa...”.
Ella conserva esos grandes catálogos. Pero Maracaibo está lejos de esas dos ciudades, en el aspecto cultural. “Estoy en un momento muy sensible, casi de psiquiátrico. Pero no es nostalgia. Sucede que yo me llené tanto en Cuba, vine tan llena de vivencias, de cartas de imágenes, de sensaciones y percepciones provenientes de experiencias artísticas y musicales, que cuando llegué aquí sentí como el tiempo relentaba, que aquí no pasaba casi nada. Sin embargo aquí siento que luce la dulzura de mis pianos y que vivo su enseñanza. Soy una persona absolutamente inquieta e insatisfecha. Yo hago algo y siento como que me faltó siempre hacer otra cosa...”.
Y cuando llegó a Maracaibo,
la maestra de piano estuvo encerrada un año, en el Instituto de los Niños
Cantores, “como en una cámara al vacío. Imagínate ese vacío en alguien como yo,
acostumbrada a las grandes peñas literarias de La Habana, al cine club Chaplin
y los grandes ciclos de tipos como AndreiTarkovsky, Andrew Wajda o Jerzy
Kavalerovich , donde los grandes directores del cine cubanos, como Tomás
Gutiérrez Alea explicaban las películas...”
Las notas de Rachmaninoff
(“Qué bonito es aquí”) abrigan la confesión de parte del método de la maestra
Rodríguez Uranga: “Mi vida transcurrió allá de la mano de las relaciones
amorosas que tenía con grandes artistas plásticos. Yo aprendí que el tema de la
comprensión de la imagen en el arte viene de la plástica. Por eso yo no enseño
nunca desde la música misma. Yo trato de integrar todo lo que aprendí con ellos
y con otros grupos con los que me vinculé, incluyendo otros grupos de otro
nivel, consagrados, por ejemplo, al yoga”.
Y en dupla, Rachmaninoff y
Félix Mendelssohn dibujan el sherzo, compuesto a partir de la obra de William
Shakespeare “Sueño de una noche de verano”, mientras la maestra Vivian toma
pausa y prosigue contando, rauda como ese movimiento: “La nostalgia mayor,
durante mis sucesivos viajes a Cuba, desde el 1995, fue la partida de mis
amigos, cada vez que llegaba. Porque ellos marcaron una huella muy intensa. Me
levantaba todos los días y, desde muy temprano, acudía a los encuentros, las
proyecciones de filmes, las puestas teatrales, los conciertos, las peñas
literarias, todo eso, en jornadas inolvidables, memoriosas. Eso lo
extraño..."
Y regresar a Maracaibo,
motivaba en ella compartir todas esas vibraciones, esos conocimientos. “Creo
que si eres artista, y te comunicas con otro creador, pues el quehacer de tu
oficio se redimensiona. El aporte resulta silencioso. No son clases directas.
Son aportes clave. Me acuerdo de una artista a quien le decía que yo jamás
podría pintar, porque yo no tenía esa habilidad. Y ella me decía que eso no era
cierto, que tomase una hoja de papel y comenzara a reflejar la mínima expresión
de un trazo. Ella me enseña el fundamento de dibujo, pero esa retroalimentación
de aprendizaje, sólo se logra con humildad...”.
Entonces aparece una
pregunta fundamental: “¿qué es, para ti, crear?”. Para el periodista, la idea
gira en torno al proceso de aprehender y luego retransmitir toda la información
posible. Pero, ¿para la entrevistada? “Crear es cuestionar. Para mí eso falta
un poco aquí. No estoy diciendo que aquí en Maracaibo nadie está creando o
cosas por el estilo, no. En esta ciudad hay mucho talento y gente que trabaja
mucho, pero no hay diálogo, porque existen muchas barreras, de ego, de
personalidad, cuestiones ajenas al arte en sí mismo. Comunicarnos..”.
Offenbach y Gimpel mecen la
cuna de los marineros, mientras Vivian arrulla: “La vivencia artística
constituye la esencia. Un diálogo, una reflexión sobre el hecho artístico
total. Mi maestro, quien figura en el Diccionario de la Música Cubana, nos
hablaba, más que de la técnica del piano, de la vivencia artística. La parte
metodológica está muy bien, junto con la técnica. Pero sucede que si no
transmites al otro, de qué se trata eso, jamás encontrarás la fuerza propia que
alimente esa comunicación, ese contacto musical. Yo uso sólo los libros. No uso
internet. Porque el arte es una conjunción de nombres. Se hace a través de
puentes. Jamás habrá una vivencia artística sin una comunicación”.
Alumnos destacados de
Vivian, tales como Marko Ivic, Daniel Ortiz Castro o Yeisson Romero o Jeremías
Obando han trascendido ya las fronteras locales para ubicarse en el firmamento
de los grandes ejecutantes del instrumento. En el fondo se escucha al maestro
Claudio Arrau tocando una pieza de Johan Sebastian Bach. Pero el canto llano de
la maestra Rodríguez no para: “Aquí faltan esos puentes de comunicación. Fulano
de tal no habla con don Mengano porque es director de la orquesta cual, con la
que no mantiene relaciones. Puras pendejadas. Los grandes eventos sacuden a la
sociedad, pero estos no generan ese ‘feed back’´necesario. Tu conoces muy bien
el caso del maestro Eduardo Rahn, quien, cuando trajo a los maestros polacos
para reforzar la calidad del plantel de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo tuvo
que confrontar a media ciudad. Pero eso significó una innovación, un paso
adelante, una revolución dentro de la música local”.
Vivian Rodríguez está
organizando un concurso nacional de piano y/o dirección orquestal, que llevará
el nombre del maestro Eduardo Rahn. Un pequeño grande homenaje. Allí estarán
los alumnos de ella: Guillermo Salas, las hermanas Laura y Sabrina Queipo,
Valeria Rodríguez, Andrés Clavel, Enmanuel Mora, Vanessa Pérez, Mariangelica
Urdaneta Verchere, entre otros.
Es el futuro musical de la
región del Zulia, de Venezuela entera. Su cátedra crece, como los mangos en sus
árboles. Niños tocando como solistas, con la gran orquesta. Como lo haría
Teresita Carreño. El interés es total. “Maracaibo es un gran reservorio de
talento y por eso me alegro tanto de encajar aquí”, afirma, con fervor, la
pianista cubana, quien organiza “De Bach a Piazzolla”, un ciclo de conciertos
para dos, tres y cuatro pianos. Tocar es comunicar.
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