jueves, 5 de septiembre de 2013

MIRA QUE TAN BUENA JAIBA ME ECHARON EN SAN FRANCISCO

....cantáme una gaita chico con aire tradicional
que recuerde a Gibraltar, las jotas y villancicos.





EL PADRE VÍLCHEZ, UN PASTOR EN BICICLETA (León Magno Montiel):

Su llegada por la trilla principal de San Francisco, montado en una vieja bicicleta, causó gran revuelo entre los parroquianos. No sólo por el polvorín que se levantó del arenal reseco como una costra en la piel de un reptil, sino por estar vestido con sotana negra y una tirilla blanca, reluciendo en su cuello. Era un individuo muy delgado, de pronunciadas entradas, su rostro lo coronaba una sonrisa de niño. Eran mediados del año 1953, llegaba el clérigo Luis Guillermo Vílchez Soto, oriundo del caserío El Caimito en el municipio Miranda, el cuarto hijo de un pescador llamado Desiderio Vílchez y la maestra Josefa Soto. Lo recibía el pueblito de abnegados cebolleros y piragüeros, distinguido con el nombre del santo más parecido a Jesús de Nazareth: Francisco de Asís, el humanista creador del pesebre navideño, el mayor ejemplo de austeridad y entrega a sus semejantes, en la historia de la humanidad. El joven sacerdote Luis Guillermo llegaba para regir los destinos de esa comunidad católica sureña.



Ese mes de julio del año 53, comenzaba su período de ocho anuarios frente al país el General Marcos Pérez Jiménez. El curita Vílchez apenas tenía 29 años de edad, se había ordenado en la Catedral de Maracaibo, ante Monseñor Marcos Sergio Godoy el 5 de diciembre de 1948. Asumía la responsabilidad de ser párroco de una iglesia casi en ruinas, la que levantó y le dio jerarquía de Basílica Menor cinco décadas después. Allí permaneció por 60 años, realizando una fecunda siembra cristiana. El templo estaba ubicado frente a la plaza Rafael Urdaneta, diagonal a la vetusta escuela Mariscal de Ayacucho, construida por iniciativa del erudito Jesús Enrique Lossada, inaugurada en 1937, justo en el camino que llevaba a la parroquia fundacional: El Bajo. Entonces, San Francisco era un territorio bucólico, campo fértil para las hortalizas, tenía criaderos de caballos y perros imponentes de la raza pastor alemán, que fungían como cuidadores de rebaños. Cual mastines, resguardaban el ganado ovino.



Desde niño, Luis Guillermo manifestó su gusto por los deportes, en especial, el baloncesto y el beisbol. Los practicaba, los impulsaba en su comunidad. Luego de ordenado, estuvo asistiendo como sacerdote a la comunidad de Isla de Toas durante un lustro. Allí conformó los primeros equipos isleños en esas disciplinas. Él promovía la práctica deportiva como un vehículo de sano esparcimiento, útil en la preservación de la buena salud y el sentido de equipo. Estaba convencido de que ayudaba a crear conciencia de ser miembros de un colectivo, y a tener una actitud colaborativa con los conciudadanos.
El padre Vílchez había realizado sus rigurosos estudios de filosofía y teología en Caracas, era un asiduo lector. En la soledad de su casa cural, rodeado de palmeras y un ceibal, devoraba antiguas novelas de caballerías, poemas del siglo de oro, biografías de hombres con vidas edificantes, salmerios y encíclicas. Sin embargo, tenía una alta valoración y afecto de la cultura popular zuliana: la gaita y la danza. Esa devoción por nuestro folclor lo llevó a fundar cuatro agrupaciones gaiteras. La primera fue el Conjunto San Francisco en 1962, con ellos grabó el clásico “La mujer maracaibera” en los estudios de Radio Catatumbo; fueron pioneros en ese mundo del vinilo y acetatos:




Una recopilación de las gaitas de los conjuntos del Padre Vilchez: Conjunto San Francisco, Zagalines, Zagales y Las Espiguitas del Padre Vilchez.




'via Blog this'